1993 · Castel d’Peralada
Begoña Ramos hace suyo el entorno doméstico y estético que la rodea. En ella la atmosfera se hace de color gélido y cuando la traslada al espectador utiliza un lenguaje sutil y elaborado. La pincelada de Begoña esta al servicio del color, una sucesión de colores azules, ténues, ocres de gavillas de trigo castellano, grises metálicos, que ella convierte en campos cromáticos, en superficies misteriosas.
Begoña Ramos actua en el vacio que separa el arte de la vida, y nos pide que nos abramos a la percepción sensible, a la reflexión estética, sin ahogar la quietud que sus propuestas nos causan.
Pi-Joan – Emporda – 7 de Julio de 1993